El mundo digital es una extensión del mundo real y un claro ejemplo de ello es el hacktivismo o ciberactivismo. El activismo es una práctica intrínseca en el ser humano desde que convive en sociedad, pero durante las dos últimas décadas esta práctica se ha extendido al ciberespacio y es comúnmente practicada por la gran mayoría de los usuarios, al realizar demandas o peticiones a través de las redes sociales, por ejemplo. Pero el hacktivismo va mucho más allá.
El término hacktivismo nace de la unión de dos palabras: hacker y activismo. Hace referencia al uso de la tecnología y de internet de forma no violenta, normalmente para reivindicar posturas políticas o sociales. Generalmente estos ataques están dirigidos a gobiernos, instituciones públicas y grandes entidades.
Los activistas del ciberespacio suelen aprovechar vulnerabilidades de los sistemas informáticos para atacarlos, y de esta forma, reivindicar su causa. Los ciberataques que perpetúan suelen realizarlos en forma de ataques de denegación de servicio (inhabilitación de una página web), suplantación de identidad, robo de información, sabotajes virtuales, parodias a los sitios web, etc.
Los ciberactivistas justifican sus acciones normalmente como una defensa del intercambio de información o de la libertad de expresión. Sin embargo, el hacktivismo supone un alto riesgo para la ciberseguridad debido a lo mediáticos que son este tipo de ataques y sus consecuencias sociales y económicas.
Los defensores del hacktivismo argumentan que esta práctica trae beneficios para la sociedad, ya que es un mecanismo de control para gobiernos y organizaciones que abusan y atentan contra ciertas libertades, algo especialmente beneficioso en países que carecen de libertad de expresión y donde el periodismo es perseguido y controlado.
Los defensores también creen que es un método para concienciar a los usuarios de internet de los ataques contra su privacidad digital por parte de gobiernos y grandes entidades.
Bajo la lupa de la seguridad, el hacktivismo es un movimiento de muy alto riesgo para la ciberseguridad debido a la criticidad e impacto que pueden tener los ataques para los individuos y los gobiernos. De lo que no cabe duda es que cualquier ataque que afecte a sistemas relacionados con infraestructuras o servicios críticos supone un riesgo para la ciudadanía y la seguridad de la población, independientemente de la causa que lo respalde.
Además, ciertos grupos organizados que realizan acciones criminales de estas características también pueden suponer un riesgo para la seguridad, ya que pueden ser peligrosamente vanagloriados e imitados por otros individuos.
El activismo en la red no dejará de aumentar y su defensa o condena será siempre objeto de debate. Entre todas las incógnitas y cuestiones morales que giran en torno a esta práctica, existe una certeza, y es que de la misma forma que ha habido revoluciones históricas que han cambiado la sociedad, lo más probable es que la próxima gran revolución de la humanidad la vivamos a través de nuestras pantallas.