“Beneficios de usar un disco SSD tipo M.2 4.”

Los discos SSD M.2 han venido a solucionar el problema del tamaño y además están desplazando al disco de estado sólido tradicional por sus mayores prestaciones y velocidad. Las memorias o discos SSD M.2 son unos discos SSD pero en los que el factor forma ha cambiado y por un formato mucho más pequeño.

En contraposición con los discos SSD de 2,5″, los discos SSD M.2 pueden ser de varios tamaños. Aunque todos M.2 son pequeños y delgados, los hay más cortos o largos y más anchos o estrechos.

En función de su tamaño tenemos varias nomenclaturas para designar los discos SSD M.2. Las 2 primeras cifras indican el ancho de la memoria SSD y las 2 o 3 siguientes la longitud.

Aunque las memorias M.2 más habituales son de 22mm de ancho y entre 42 y 110 mm de largo, los modelos que actualmente existen son los siguientes:

  • Ancho: 12, 16, 22 y 30 mm
  • Largo: 16, 26, 30, 38, 42, 6o, 80 y 110 mm

Por ejemplo un disco SSD M.2 2280 será una memoria de 22 mm de ancho y 80 mm de largo.

La memoria flash que suelen utilizan estos discos SSD son del tipo NAND. Cuanto mayor sea su longitud de una memoria SSD M.2 mayor número de chips podrán alojar y por lo tanto mayor capacidad de almacenamiento tendrá. Así pues, las memorias de 30 y 42 mm de largo admiten de 1 a 3 chips de memoria NAND mientras que las de 80 y 110 mm de longitud admiten hasta 8 chips de memoria NAND.

Como puedes ver en los discos SSD M.2 el tamaño sí que importa.

Otro aspecto a tener en cuenta en un disco SSD M.2 es su velocidad de transferencia. Aquí es importantísimo el tipo de conector que utilice. Actualmente los discos de estado sólido utilizan dos tipos de interfaz de almacenamiento: SATA 3.0 o PCIe (PCI-Express).

Los SSD M.2 SATA utilizan el mismo controlador que sus hermanos SSD de 2,5″, mientras que los SSD M.2 PCIe utilizan unos controladores específicamente diseñados para este tipo de conexión. Esto debes tenerlo muy en cuenta porque es muy importante.

Los SSD M.2 sólo admiten uno de estos protocolos de conexión, aunque algunos zócalos o bancos de inserción en los que van pinchados puedan ser compatibles con ambos protocolos. Es decir, cada disco tiene sólo una controladora y por lo tanto es un disco SATA III o una PCIe.

Los discos SSD se han topado con una barrera infranqueable y es que el conector SATA III estándar admite una velocidad máxima de transferencia de 600MB/sg. Con las velocidades que pueden alcanzar los actuales discos SSD el conector SATA es un cuello de botella muy grande. Para salvar esta limitación se optó por utilizar conexiones PCIe.

La interfaz PCIe como vamos a ver admite muchísima mayor velocidad.  Aquí nos topamos con otro problema y es la designación de los diferentes tipos de ranuras PCIe. Entramos en otra batalla de siglas y números pero no te preocupes porque para eso estoy aquí, para explicártelo de una manera sencilla.

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